Jesús Adame : COSAS MÍAS, ¿QUOUSQUE TANDEM ABUTERE, CATILINA, PATIENTIA NOSTRA?
el 21/6/2011 10:41:31 (35 Lecturas)
Para los que no conocieron las reválidas de cuarto y sexto, o el preu -o, en general, para aquellos que han tenido la desgracia de que en sus centros de enseñanza se haya olvidado una lengua que, si ciertamente muerta, es la madre de la nuestra-, para ellos, he de explicar que esta frase la pronunció Cicerón en el primero de sus cuatro discursos ante el senado romano…
… Discursos que dirigió contra la persistente actitud traidora de Catilina, con la que este no cesaba en su empeño de acaparar todo el poder; todo, el suyo, el del congreso, y el de los ciudadanos, aunque estos últimos de «eso» estaban a dos velas, cosa que no es nada raro en las democracias que presumen de serlo; dime de que presumes…, dice el refrán
¿Hasta cuando, Catalina (decía el valiente Cicerón), vas a abusar de nuestra paciencia?. Y lo que continuó diciendo… ¡bueno!: «Hasta cuando esta locura… esta desenfrenada audacia tuya…». Ningún Cicerón en nuestros congresos, senados o asambleas: ¡Ninguno!. Y, ¿por qué?, pues, muy fácil, y resulta duro, pero así lo creo: solo hay Catilinas en ellos. En mayor o menor grado, no se alarmen, pero ningún Cicerón. Así lo creo, así lo mantengo, y así debo manifestarlo aquí (creo que hay libertad de pensamiento; ¡aún!), pero no lo haré con el socorrido «y tú más» que emplean nuestros «representantes» en sus acalorados, y vacíos de contenido, debates. No, lo voy a hacer con un solo y escueto ejemplo, porque todavía una parte (una gran parte) del personal está en la inopia, y con el ánimo de convencer con la mayor facilidad, sin necesidad de ser un Cicerón, que me resulta imposible. ¡Está pasando, oiga!; lo de la inopia; algunos han sido sorprendidos con las manos en la caja y todavía hay quienes no quieren verlo; incluso algunos, con mentes presuntamente (y sin duda) preclaras, los defienden (a esos, a los de la mano en la caja) de manera desaforada.
Y por, y para, ello, relataré la corta conversación mantenida con un amigo en la noche anterior a la fiesta electoral. Fue así la cosa. Amigo: ¿Solo votas en las municipales?. Yo: Si. Amigo: Pero ¿a la Autonomía?. Yo: ¿tú si?. Yo (otra vez): ¿Estás de acuerdo conmigo en que las autonomías han producido grandes diferencias entre los españoles. Amigo: Si… Yo: ¿Crees que las autono-esas promueven los afanes (consentidos) independentistas?. Amigo: … Si. Yo: ¿Crees que cuestan más de lo que valen?. Amigo: Pues…, sí. Yo: Si te levantas a las siete para trabajar, ¿a que hora empiezas a ganarlo para ti?. Amigo: Pues… Yo: ¿Vas a votar en las autono-esas?. Amigo: Es que… ¡qué voy a hacer!. Yo: pues…, ¡que San Pedro te la bendiga!.
Hombre, se podría hacer una reforma… (amigo). Nada, nada, habla con San Pedro y que te la vaya bendiciendo (yo).
Lo de hoy, en el HOY del 3-6-11, es de libro: los catalanes sugieren como medida de austeridad, ¡agárrense que vienen curvas!, ¡un aborto!: el del AVE, neonato, de Extremadura. ¡Jopé, con las autonosuyas!.
De verdad, no quisiera escribir sobre temas políticos, pero resulta inevitable en esta época nuestra en la que prima la política sobre toda otra consideración. Cuando, realmente, la política debería estar aparcada en un segundo o tercer plano muy por debajo de temas tales como…; ¡muy por debajo, vaya!; ¡es igual!. Cada año nos interesamos menos por los protagonistas, y cada año, sin embargo, hablamos más de ella y de sus primeros actores.
Y es que nuestra clase política se encuentra catilinizada. Es duro, pero es lo que pienso, es lo que siento. Creo que se ha montado un circo en el cual, desde el tramoyista hasta el primer trapecista, todos, conformes con su status, ninguno quiere la «desestabilización del sistema», pese a lo que, y a quien, pese. Pese a su poca, y deficiente, productividad. Pese al enorme coste que tiene. Pese a los problemas ingentes que están generando. Pese a que no se lo crean ni ellos mismos. Más importante que la eficacia en la gestión; mucho más que su coste; muchísimo más que ofrecer soluciones en lugar de crear problemas. Mucho más, lo más importante es, desgraciadamente, para ellos, mantener la propiedad del «sillón». Porque, señores míos, si las evidencias ya llegan a ser sonrojantes, ¿cómo no hacen algo (unos u otros, y otros o unos) para remediarlo?; ya que pueden hacerlo porque el poder está en sus manos; todo el poder: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Que no lo queramos ver es otra cosa muy distinta.
Con un solo gobierno -eso sí, que gobernara, aunque lo hiciera peor que los de ahora-, amén de que la ley sería igualita para todos los españolitos, tan solo con el ahorro ingente, los beneficios subirían, o la crisis cedería. Reformar, como apuntan tímidamente los que de manera hipócrita se quieren ganar al personal, o con espartanizar los sueldos no vale, porque las diferencias, que aún son más graves que la penuria económica, continuarían produciéndose.
A falta de Cicerones en el senado, el pueblo debería gritar: «Quousque tandem…”
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