Dámaso Giráldez Domínguez : VIOLENCIA DE LENGUA (26), TARZÁN QUERER A JANE (HABLAR EN INFINITIVO)
el 24/3/2022 17:39:00 (212 Lecturas)
Emplear el infinitivo en lugar de un verbo usado en forma personal es uno de los procedimientos lingüísticos con los que el cine ha pretendido caracterizar las deficiencias idiomáticas de Tarzán, aquel salvaje rey de la selva que se hizo tan famoso en las pantallas mundiales entre 1930 y 1960, si bien sus secuelas cinematográficas han continuado prácticamente hasta hoy
El hecho de que el mismo recurso (Toro Sentado desear fumar la pipa de la paz con hombre blanco) haya sido elegido también como marca lingüística para disfrazar el idioma que en el celuloide manejaban los indios americanos del Lejano Oeste, coprotagonistas de aquellas películas de vaqueros con las que ilusionábamos nuestra infancia, pone de manifiesto que este uso deformador y erróneo del infinitivo servía para representar lo que, a los ojos de la pulida civilización americana -u occidental-, resultaba no solamente exótico, sino también salvaje e inferior.
Pues bien, resulta que actualmente -y por lo menos desde la década de los ochenta- se ha propagado en nuestra lengua otro mal uso del infinitivo, consistente también en emplearlo como verbo principal de la oración, del que abusan especialmente los medios de comunicación hablados (locutores de radio y televisión), aunque también recurren bastante frecuentemente a este novedoso engendro presentadores de actos públicos, periodistas de medios escritos, conferenciantes, políticos e incluso escritores.
Así oímos -pero también leemos- expresiones incorrectas en español tales como “*Informarles del programa de actos para mañana / *En primer lugar, recordar que siguen cancelados todos los vuelos con EEUU / *Finalmente señalar que la inauguración seguirá celebrándose en la fecha prevista / *Destacar que lo único positivo de este partido fue el resultado”. En estos casos lo correcto hubieran sido frases como “Les informamos del programa de actos para mañana / En primer lugar hay que recordar que siguen cancelados todos los vuelos con EEUU / Finalmente señalemos que la inauguración seguirá celebrándose en la fecha prevista / Hemos de destacar que lo único positivo de este partido fue el resultado”.
Concretemos que este uso del infinitivo se da con los llamados “verbos de decir”, entre los que se encuentran, además de “decir”, otros verbos del mismo campo semántico como “afirmar, añadir, declarar, destacar, expresar, indicar, informar, manifestar, recordar, señalar, etc.” y añadamos también que esta desafortunada y esnobista moda, conocida bajo la denominación de infinitivo enunciativo o fático, infinitivo de generalización, introductorio, de cierre o infinitivo radiofónico, se emplea para dar un mayor carácter impersonal y generalizador a lo que se dice, bien en los casos en los que se comienza a hablar o en el momento en que se quiere dar por terminado un enunciado.
Junto a las razones de economía lingüística y a las referidas pretensiones de conseguir un discurso más generalizador e impersonal, invocadas para justificar la rápida y extensa difusión de este fenómeno, añadiremos también la influencia que pueden haber ejercido algunas normas del lenguaje administrativo, tales como las que se dictan para la elaboración de objetivos dentro de una programación, cuya redacción ha de formularse necesariamente en infinitivo (“Aumentar en un 25% las ventas del año anterior”).
Esta fórmula administrativa es la que utilizamos asimismo para apuntar las anotaciones de nuestra agenda personal (“Almorzar con el gerente / Visitar la nueva exposición arqueológica”) y que mecanizamos en la escritura de nuestros recordatorios domésticos (“Comprar cebollas / Llamar al fontanero”).
Desde luego que el empleo del infinitivo enunciativo aparece censurado en todos los manuales de estilo, especialmente los publicados para depurar el lenguaje periodístico, y es reprobado por la Academia (“Nueva gramática de la lengua española”, “Gramática descriptiva de la lengua española”) y por las demás gramáticas modernas.
En conclusión, quienes echan mano de este recurso, aparte de que lo justifiquen con la economía del lenguaje y otras razones, lo más probable es que lo hagan por desconocimiento, aunque también por afectación, modernidad y cursi pretensión de originalidad, sin advertir que lo que verdaderamente consiguen es descuidar y empobrecer la elegancia y decoro de nuestra lengua castellana.
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