Anto Mar : MÚSICA PARA MINORÍAS, THE VELVET UNDERGROUND & NICO

el 28/6/2011 10:50:39 (32 Lecturas)

THE VELVET UNDERGROUND & NICO Vs. Pop Art (III) ¡¡Coleccionable!!

‘The Velvet Underground & Nico’

1967; VERVE

 

En 1964 Lou Reed y John Cale se conocen tocando juntos en el grupo The Primitives, pero, insatisfechos e inconformistas, fundan su propia banda, a la que bautizarían como The Warlocks, para la que reclutan a Sterling Morrison, amigo universitario de Reed, y al batería anticapitalista Angus MacLise

 

Por alguna razón que sólo ellos saben, cambian al poco tiempo de nombre, pasando a llamarse The Falling Spikes; sin embargo, aquella tampoco sería la buena… A la tercera iría la vencida, cuando, paseando por la calle, Jim Tucker, colega y fan de la banda, se encuentra en el suelo un libro titulado ‘The Velvet Underground’, escrito por un tal Michael Leigh y que trataba sobre sadomasoquismo… A finales de 1965, con la dimisión de MacLise, Jim Tucker ofrece de nuevo la solución para suplirle: su hermanita Maureen.

Por una cosa y por otra, por tantas cosas, surge el cuarto tema del álbum, «Venus In Furs», con un comienzo que le permite intuir al oyente por dónde van los tiros y… los tacones: «Shiny-shiny… Shiny boots of leather…»; inspirada en los mundos oscuros de Leopold Sacher-Masoch, fue una referencia indiscutible que hacía alusión a una forma de sexo extremo del que no participaban y que tan sólo utilizaron como inspiración literaria, pero que, para bien y/o para mal, les ocasionó una fama de banda bizarra entre propios y extraños de la que nunca pudieron desembarazarse ni en la vida más allá de la Velvet… Era la canción favorita de Sterling Morrison, la más longeva de duración entre las cinco primeras del álbum, con sus más de cinco minutos que se hacen más largos aún, aunque no por la humareda siniestra que de su música parece emanar, sino gracias al efecto embriagador, químico, hipnótico, que es el resultado de la mezcla de la envenenada voz de Reed y del aroma psicodélico que desprende la viola de Cale, con un fondo entretejido por azotes de cuerda y cascabeles de misterio…

«Run Run Run» es la angustia del yonki vendiendo su alma por una dosis más en un frenético rock’n’roll a lo Bo Diddley que acaba yendo al tajo del ruido; coros en equipo y un Lou Reed fiero guiando la excursión a Union Square, entre las calles 14 y 17, a por material: ¡puestos a tope!

El corte número seis, justo el centro de todo este marasmo de experiencias intensas que supone la declaración de principios y despropósitos que es todo el disco, no podía ocuparlo otra canción más allá de «All Tomorrow’s Parties», la tercera más duradera de todo el compendio sonoro con sus casi siete minutos y que, si no fue la más larga, se debió al gusto por desconcertar y rayar intrínseco en la condición humana de estos músicos transgresores y aventajados… Ésta será la pieza favorita del mecenas Andy Warhol -quien tenía verdaderamente buen gusto-; resultando, escuchada en su versión original y primigenia, imposible de imaginar cantada por otra persona aparte de la «valquiria» Nico, quien con su acento germánico impregna de un lirismo trágico, wagneriano, lo que en realidad es una oda épica a la feria de vanidades y excentricidades que era The Factory, la corte warholiana, una cuarta planta al este de la calle 47, epicentro de la movida pop de Manhattan.

La epopeya maldita continúa con «Heroin», superando en minutaje, si bien por pocos segundos, y en oscurantismo a la anterior. He aquí lo que para muchos es el eje, el organismo con vida propia en torno al cual giran los demás miembros y apéndices de esta irrepetible obra viviente… La canción que tal vez mejor defina la esencia, la leyenda de los Velvet. Su letra, explícita a más no poder, es un canto de amor-odio que el propio Reed se encarga de emitir; esta vez no iba a consentir, por mucho que Warhol y su séquito insistieran, que Nico tuviera la voz cantante. La había escrito él para cantarla él, para defenderla y atacarla como no lo podía hacer ningún otro, para justificarla por activa y por pasiva… Pero no sólo iba a cantar con su ambiguo y desencantado timbre de voz llevado a la máxima expresión, sino que también se iba a reír, ¡se iba a carcajear en plena grabación en mitad del estudio!, se iba a cachondear de todo aquello, de todos ellos, se iba a reír del Mundo entero… «… Heroin… It’s my wife and it’s my life…». A pesar de todo lo cual, John Cale nunca le perdonó su concesión al cambiar el inicio de la canción; en vez de «Sé exactamente adónde voy…», optó por registrar en la que sería la versión definitiva: «No sé bien adónde voy…».

Y no apaciguado con todo ello, para prolongar el éxtasis inspirador provocado por las frustraciones vitales, para reflejar con descarnado sarcasmo una misoginia propia del sentimental enamorado eternamente decepcionado, decepcionado por las chicas de su barrio a las que había amado y que no podían -tal vez porque tampoco querían- escapar de su más ulterior estereotipo de sluts, a todas éstas les dedica «There She Goes Again»; tema que, por más que pasen 40 ó 50 años por él, la dictadura de lo políticamente correcto nunca podrá anular… Algunas de las sentencias que conforman su texto son antológicas: «… Échale un vistazo, no tiene lágrimas en sus ojos… No se lo montará con cualquier tipo, ¿qué puedo hacer yo…? Mira cómo camina calle abajo… ¡Mira a tus amigos, se lo va montar con ellos…! Lo mejor es que la pegues… /… Está de rodillas, amigo. Pero ya sabes que nunca te volverá a suplicar…». Y mientras Lou se despachaba a gusto, Nico hacía coros, dulces coros…

Vigencia absoluta para un tema al que ni el Ministerio de Igualdad ni el Instituto de la Mujer podrán censurar jamás…

(Continuará…)

Sin comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *