HAY QUE CONTARLO TODO
Por: Carlos Lamas
Cuando caí por primera vez por estas playas, hace treinta y pico de años -un pico muy largo-, muchos jóvenes y jóvenas que conocí estaban preparando oposiciones para lo que fuera menester. Todo el mundo estudiando la Constitución y otras materias, para intentar formar parte de la gigantesca tribu de empleados públicos que puebla el país, tribu que, algún día, cuando sean conscientes de su verdadero poder, nos invadirá a los demás, una minoría de contribuyentes y particulares casi lelos (de tanto pasar por caja), débiles y desunidos; no como ellos. Muchos me decían por aquellos años que aspiraban a vivir del erario público, sin demasiada convicción de aprobar las pruebas (más bien por probar) porque, aseguraban, “hay mucho enchufe”. No sé qué pensarán esos mismos, u otros aspirantes, los de hoy, cuando vemos que habitualmente se llega a ocupar esos puestos pagados por el estado, el municipio o la región, sólo por ser amigo/a, esposa, prima, hermano, amiguete, allegado o correligionario, de cualquier politicastro con mando en plaza. Es así. Los jefes políticos de cada administración colocan a mansalva a los suyos, sin prurito alguno y con lista de espera. Que ya te tocará. Los cargos a dedo o ‘discrecionales’ -y los trajes a medida- de cualquier cacique indio son incontables; por descontado. Y a eso nos hemos acostumbrado, sorprendentemente, ya que nadie dice nada, ni nadie, o casi nadie, denuncia.
Hoy por hoy, deprimidas las ideologías, agonizantes la razón y la lógica, y muertos de espanto el sentido común, la ética y el decoro, cualquier consejero o secretario de tres al cuarto, con el conocimiento justo para cerrar el paraguas debajo de los soportales, nos dice qué es lo que hay que hacer para ser considerado un ciudadano moderno, como san ecologista y san progresista mandan, decretan, protocolan y estatutan. Y si alguien les pregunta -o se pregunta- que de dónde salieron estos tipos, ellos -con su cara pétrea y su aliento a putrefacto- no saben ni contestan y te quitan la palabra, so pseudomedio, so burbuja mediática de la ultraderecha… Siguiente pregunta.
Pero nadie renuncia, por más imputados o investigados que estén y por más pruebas y evidencias que haya en su contra. Y los juicios se eternizan, poniendo a la Justicia, una y cien veces, en tela de juicio. Y uno, el que escribe, quiere creer que si bien la gente, el queridísimo público en general, parece no entender ni interesarse por estas cosas politiqueras -cuidao-, sabe cuándo le están engañando, mintiendo sobre mentiras sin mover el mendaz ‘menda’, ni un músculo de la face. Eso espera uno, al menos.
Y ya no llueve, ni detrás de los cristales, en medio de predicciones de expertos que no aciertan (“será el mes de marzo más seco de la historia”, dijo uno), para quienes sospechábamos que casi siempre yerran. Son aquellos fenómenos de la agenda 2030, del cambio climático que existe, aunque no lo veamos, del calentamiento global que por momentos nos moja y nos arrecía. Y ahí están, y siempre tienen razón los ‘cientificistas’, pasare lo que pasare. Yo, en mi supina ignorancia, creo que siempre ha sido el viento (el que habla o le grita a la lluvia, según su ánimo), ese veleta, el indescifrable, el imprevisible, el que cambia de un momento a otro, el viento, al fin, es el responsable de todo. Pero aquí me ven, recibiendo pedradas e improperios cada vez que aparezco fuera del túnel de vestuarios. Vale que, como dicen algunos hombres sabios, el artista desnuda y se desnuda al hacer su arte; mientras que uno, el tipo bah, yo mismamente, soy más bien un exhibicionista.
Buenas tardes.
Carlos Lamas.
Acabando abril de 2025. Y empieza el/la calor. Y no parece un cambio mú grande…
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