Por: Mariano Escobar Muñoz.
Creíamos que íbamos a ganar
los de izquierdas
y hemos ganado
los de derechas.
(Dicho popular)
Dice la portada de un periódico grande de nuestro país que, unos minutos después de conocerse la victoria electoral de Donald Trump en su carrera a la presidencia de los EEUU, «Pedro Sánchez y Alberto Núñez se apresuran a felicitar a Trump…», o sea, tal cual, y algunos despistados nos preguntamos que a qué viene tanta prisa si el nuevo «presi» tiene cuatro años por delante; tal vez que las prisas por felicitar antes que el otro son como una continuidad en esa pelea que se traen por quedar el uno delante del otro hasta en la memez más sublime, o por aparecer con su felicitación en la primera página del libro de adhesiones inquebrantables no sea que al nuevo emperador le dé por repasar ese libro previamente y antes de conceder cargos o indulgencias plenarias, pingües beneficios personales a fin decuentas. En concreto, el presidente del Consejo de Ministros(as), adornó su felicitación con la promesa de «trabajar en nuestras relaciones bilaterales estratégicas y en una sólida asociación transatlántica». Imposible decir tanto con tan pocas palabras; no es solo la sustancia de un programa político, es mucho más: es toda una ideología condensada en una frase repensada como los principios de Groucho Marx, aunque la afinidad ideológica fetén, la auténtica, se reserva para los hermanos progres del partido de la izquierda norteamericana, el del rojo «Pepillo» Biden: España y yo (calco de aquello de aquello de la reina y yo de tan inausto y bochornoso recuerdo estamos) a lo que su majestad imperial guste mandar.
Aunque no es frecuente, aún quedan algunos periodistas de verdad pululando por ahí, por las redacciones de periódicos, cadenas de radio o de televisión que tienen por costumbre no dar gato por liebre y abrir, en la medida que les es posible, el entendimiento del ciudadano de a pie. Uno de ellos es, inveteradamente, Javier Ruiz quien a preguntas sobre las consecuencias que para Europa (o sea, también para el español medio y abundante) va a tener la elección de Trump como presidente norteamericano, y ha pronunciado repetidamente tres palabras demoledoras para las economías de vulgares y corrientes consumidores, a saber: inflación, proteccionismo y aranceles (por evidente no hace alta citar sus delirantes caprichos militaristas) que huelen a mayores beneficios para los capitalinos imperiales y una dura joda para los pueblerinos, y que, a pesar del servilismo y la disponibilidad felicitante del presidente Sánchez, nos van a recetar, y administrar, con una cuchara sopera. Lo que traducido a aquello tan rancio y carpetovetónico del román paladino significa que, con Trump o con Harris, con republicanos o con demócratas, los gravísimos problemas económicos de la metrópolis del imperio los vamos a pagar los picapedreros europeos (o sea, los españoles); eso es, exactamente, lo que se quieren decir las tarjetitas de felicitación de Núñez Feijóo y de Sánchez Pérez-Castejón mientras se muestran apresurados a besar el nuevo culo imperial ofrecen los nuestros para lo que sea menester.
En los últimos meses previos a eso tan redomadamente cursi del primer martes después del primer lunes del mes de noviembre de 2024, determinada prensa volvió a airear el espantajo de la injerencia del espionaje ruso, al más alto nivel, en las elecciones norteamericana a favor del candidato republicano, lo cual debe ser más que cierto, y mucho más si lo dicen los periódicos progres desde el New York Times hasta el último mono del youtube; por tanto, y dando por sentado que la culpa de ese descacharre no es de las instituciones del país más democrático del mundo (y muy probablemente el único realmente democrático) sino de ese satánico personaje que quiere hacerse dueño de mundo libre civilizado, esos mismos medios y los gobiernos de la UE, más las Amnistías locales, nacionales e internacionales y toda la retahíla de instituciones, oenegés subvencionadas o gubernamentales, no van a tardar un periquete en estar denunciando el monumental fraude electoral que se acaba de perpetrar en la sede del Imperio y, consecuentemente, pidiendo la presentación de las actas electorales y las cuentas a Donald Trump y a su cuadrilla de cargos, carguitos y cargotes o no habrá reconocimiento de nada de nada; y, como es lógico, mientras no demuestren su inocencia de contaminación «putinista» no serán reconocidos ninguno de los cargos, y mucho menos el del presidente, elegidos supuestamente, por métodos bolivarianos y sufragados por lo que queda del oro de Moscú; y no quedará ahí la cosa.
Si esa limpieza, ajena a la menor mácula (o sea, inmaculada), no se da, propondrán e impondrán, como en algún caso reciente de cercanía geográfica, la expulsión de los EEUU de todas las organizaciones y foros mundiales donde se cultiva la limpieza democrática y el respeto escrupuloso a los derechos humanos, el establecimiento de bloqueos comerciales con cualquier otro país, y la prohibición rigurosa de pisar suelos tan elitistamente democráticos como los de la UE y sus satélites. Quedamos a la espera de lo que sería el primer gesto digno y honorable de sus usías.
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