ENTRE EXPECTATIVA Y DECEPCIÓN
Por José Manuel Villafaina
Desde su inicio, he señalado las carencias de la Novena Muestra Ibérica de las Artes Escénicas (MAE), celebrada en Cáceres, que debería funcionar como una plataforma para el talento escénico regional, pero que se ha limitado a ser una feria comercial cuestionable. Aunque se autodenomina un «escaparate maravilloso«, su programación carece de criterio claro, resultando en una selección desigual y de calidad mediana, a pesar de la abundancia de propuestas que se presentan.
El año pasado, solo ocho de las dieciocho compañías seleccionadas eran extremeñas, lo que generó descontento entre el gremio local, que percibe una pérdida de espacio en favor de compañías foráneas. Además, el uso de un formato inadecuado que limita algunas representaciones a fragmentos breves, en lugar de mostrar el espectáculo completo, dificulta una evaluación justa de las obras en su totalidad. Esto provoca desmotivación tanto en los programadores como en los críticos.
No obstante, la llegada de nuevos gestores culturales había despertado expectativas de cambio. El Secretario General de Cultura, Francisco Palomino, con trayectoria vinculada a las artes escénicas, y Antonio Marín, veterano concejal de cultura y actual Director del Centro de las Artes Escénicas, habían mostrado interés en los espectáculos y en atender las necesidades del sector extremeño. En un gesto prometedor, habían iniciado un diálogo con los artistas en el compromiso de transformar el evento, buscando equilibrar la representación local y mejorar las condiciones para todos los involucrados.
Aunque estas promesas generaron expectativas, este año la decepción ha prevalecido. La Asociación de Compañías Extremadura Teatral -representante de 31 empresas de artes escénicas- criticó públicamente la falta de identidad y estrategia de la MAE, lamentando que el evento siga ignorando las necesidades del sector. Sin embargo, en esta edición se notaron algunas mejoras: mayor equilibrio entre compañías extremeñas y foráneas, un leve incremento en la calidad de los espectáculos y la posibilidad de una colaboración internacional más visible. Pese a estos avances, solo seis compañías extremeñas presentaron espectáculos completos, mientras que se favorecieron producciones de calidad discutible por encima de obras regionales probadas.
Mientras Palomino y otros organizadores mostraron satisfacción con los resultados, muchas compañías extremeñas expresaron su descontento. Fue difícil entender el entusiasmo, y quizás la confusión, que parece haber influido hasta en la Consejera de Cultura, Turismo, Jóvenes y Deporte, Victoria Bazaga Gazapo, quien expresó su satisfacción -en el programa oficial de la Muestra- por la inclusión de montajes presentados como «estrenos», aunque se trate de una elección cuestionable, pues ante un público de programadores sería más lógico presentar obras de calidad probada y bien rodadas.
Los «estrenos» a los que me refiero fueron «La voz dormida», inspirada en la novela de Dulce Chacón, y «Mortadelo», de Miguel Murillo. Aunque ambos autores son reconocidos por la calidad de sus textos, los montajes de estas obras resultaron controvertidos y no lograron alcanzar la calidad esperada, siendo, de hecho, de los menos logrados de toda la Muestra. Esta «falla de criterio» en la selección vuelve a evidenciar una evaluación superficial y desafortunada, confirmando una vez más la falta de rigor que continúa afectando la organización de un evento que ha recibido 784 propuestas de compañías.
Para reconciliarse con el sector, la MAE debe recuperar más espacios de diálogo auténtico entre organizadores y artistas, como ocurría en ediciones anteriores. Solo así podrá revitalizarse y convertirse en una verdadera plataforma para el talento regional, cumpliendo finalmente su propósito original.
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