José Antonio Gutiérrez Gallego : Especial ‘Feria de Don Benito y 23º Aniversario’ , SÍ HAY FUTURO, A PESAR DE LA COVID-19

el 3/10/2021 23:20:00 (178 Lecturas)

A MIS AMIGOS LOS “BIRRAS”

DECÍA UNO DE MIS ESCRITORES FAVORITOS, JOSÉ LUIS ALVITE, EL AUTOR DE LAS CRÓNICAS DEL SAVOY, QUE LA PRIMERA VÍCTIMA EN CUALQUIER GUERRA ES LA LIBERTAD. LA TOZUDA Y TERRIBLE REALIDAD QUE ESTÁ ATRAVESANDO LA POBLACIÓN MUNDIAL DESDE HACE MÁS DE UN AÑO, NO HACE OTRA COSA QUE CONFIRMAR LA FRASE DEL MENCIONADO ESCRITOR

 

Esta agotadora guerra sin cuartel contra un enemigo invisible ha conseguido un retroceso en la libertad individual inimaginable para la sociedad del siglo XXI.

Los gobiernos y los gobernantes, la ciencia y los científicos, así como el resto de la sociedad, con sus aciertos y sus fracasos, todos juntos hemos llegado a situaciones indeseadas e inesperadas. Cuando muchas personas pensaban en un verano parecido al del año 2019, la realidad nos retrotrae al verano del año 2020. Las restricciones en la movilidad, los toques de queda, los límites de aforos y otras medidas restrictivas nos sitúan, una vez más, en la casilla de salida para alcanzar la ansiada normalidad.

No se pueden negar algunas señales positivas que permiten mirar con cierta esperanza hacia el futuro. La efectividad de las vacunas, que han reducido de forma drástica tanto las muertes como las hospitalizaciones a pesar de tener una incidencia a los 14 días que marca riesgo extremo, supone un hilo de esperanza en el lento camino hacia la vida ordinaria sin más limitaciones que las propias de una sociedad avanzada.

En este repaso a la situación que ha provocado el virus es conveniente mencionar algunos sectores de la población que han sido una parte destacada en todo el proceso, como los sanitarios que al inicio de la pandemia recibían a un toro bravo a puertagayola sin conocer verdaderamente su dimensión, fiereza ni el largo de su capote. En jornadas agotadoras luchaban en las unidades de cuidados intensivos, en las plantas de los hospitales, en las salas de urgencias y prácticamente en todas las dependencias sanitarias. Ahora este movimiento ondulatorio, sinusoidal, que cuando parece que acaba vuelve a rebotar va minando la capacidad de los sanitarios. Según recogen los noticiarios, en esta primera semana de agosto de 2021 ya se ha llegado a la meseta de la quinta ola, ahora irá descendiendo lentamente el número de contagios y la repercusión en los hospitales se mantendrá algún tiempo más.

Las residencias de mayores se han llevado la peor parte de esta catástrofe sanitaria. Los mayores y sus familiares directos, así como los cuidadores han soportado una pesada carga durante todo este tiempo. Las numerosas muertes de los mayores en situaciones de soledad, la rápida propagación del virus en los centros, las privaciones de libertad para ver a sus seres queridos provocan una angustia terrible en el colectivo de usuarios. Al mismo tiempo, hay que reconocer las condiciones adversas que han tenido que soportar los trabajadores que dificultan enormemente sus labores cotidianas y, por supuesto, la incomprensión de algunos ciudadanos que no entienden ni reconocen su forma de actuar.

¿Quién habló de echar un yugo / sobre el cuello de esta raza? / ¿Quién ha puesto al huracán / jamás ni yugos ni trabas, / ni quién al rayo detuvo / prisionero en una jaula?

Estos versos de Miguel Hernández de uno de sus poemas más famosos, “vientos del pueblo», pueden evocar la dificultad de retener a la sociedad en su conjunto y especialmente a los más jóvenes. Quizás los jóvenes hayan sido el factor señalado como el más destacado en la propagación del virus y uno de los reservorios más duraderos por su carácter asintomático. Con este artículo no se pretende hacer ningún juicio sumarísimo para culpar o eximir de culpa a nadie, solo se pretende dejar constancia de una realidad que fácilmente se puede contrastar. Todo es entendible o, mejor dicho, casi todo se puede entender, la necesidad de las relaciones sociales en los más jóvenes y su permanente necesidad de diversión propia de su época vital son totalmente comprensibles, pero no así el permanente desprecio a las medidas propuestas para mitigar la propagación del virus por una parte de ese colectivo.

En esta descripción de los sectores de la sociedad durante la pandemia hay un grupo de personas realmente atípico, los negacionistas, aquellas que se resisten a aceptar la existencia de este gran problema sanitario. Este colectivo suele estar en contra de la vacunación, que por ahora se ha demostrado como el remedio más efectivo para la normalización de la vida cotidiana. Por supuesto, no se puede renunciar a pensar que todas las ideas son respetables y, por tanto, no se puede criminalizar a nadie, pero sí es lícito y razonable pensar que hay actitudes que van en la dirección positiva para la resolución de la anomalía a la que se enfrenta la salud pública, así como otras van en dirección opuesta. Para finalizar esta reflexión sobre la pandemia, es conveniente dejar claro que, aunque despacio, esta emergencia sanitaria tiende a su fin, no hay mal que cien años dure, pues hay más personas que están contribuyendo a la superación de la situación actual que aquellas que van en sentido contrario.

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